Dichosa la vida, el mundo, los hombres, las flores, el mar, las risas, los niños, el amor mismo.
Dichosos mis amigos, mis hermanos, mis cómplices, mis enemigos, mis maestros y quienes dicen aprender de mi.
Dichosa la música, la naturaleza, los zapatos, los indigentes, los animales, la ropa del tendedero, el diccionario, la ciencia.
Dichosos los vasos de agua, los paraguas y los manteles, los libro de caballerías, la tienda del chino y la soledad de los parques.
Dichosas las sillas, los anteojos, los chistes de otros, las maldades de muchos, la estupidez de una gran mayoría y la tolerancia de un par de ojos.
Dichoso el abecedario, el timbal, el fotógrafo y la elocuencia.
Dichoso todo, porque es lo que no tengo, lo que me robo, lo que se me regalan, lo que se me escapa y lo que me roba la inspiración.