y descifrar soledades
andale perdiendo
la culpa a la vida.
Dejé de preocuparme
por tantas veces
que he robado
el corazón en un nombre
por esos instantes
convertidos
en renglón y medio
de historia.
Ya no me culpo
por la guerra de los ignorantes
y me propuse ganar adoquines
para mi grito
aún no publicado en las aceras.
Me cansé de hacerte ver
que al agua le podés hallar
colores degradados
o pedacitos de orgullo y miel.
Si no acostumbrás
ahogarte en los charcos
sentí miedo y reproche
pero nunca culpa
por no poder saltar
hacia la cosecha en cúpulas
esa forma tan rica
de que el mundo se acuerde
de vos y tu agonía.
Yo dejé de ver las cosas
sin antes imaginarlas
a blanco y negro
de puntillas
hechas con formas torcidas
y oliendo a jazz y blues revueltos.
Mi culpa no es
por inventar travesuras
aptas para pieles mayores
siempre y cuando
regrese a nosotros el estado nato
de inocencia y asombro.
Para ausentar cansancio
descifrar verdades
y llegar a ser palabra
perdete la culpa a vos mismo:
mirate al espejo
y hacele una mueca
a tu gesto olvidado.
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