Uno descompone la ventana
como si por allí cupiera
cada par de ojos que anda por el mundo.
Se abre la mirada hacia los hombres
simplemente
por la necesidad
de conquistar
en forma circular e imprecisa
a veces
las escenas de un camino
espaldas que parecen sembrarse
en lo más hondo de los pasos.
Uno abre la ventana
para suponer un día
que grita y grita a soles
el color de mi vestido perfecto
mi mayor miedo cosido al pecho
y estas versiones de luz que llamo versos.
Sencillamente,
se deja pasar aire
por esas rendijas
similares a horizontes jamás vistos
creyendo que así nos mantenemos vivos.