Cada rincón queda inconcluso:
bajo la mesa, en una esquina,
sobre el tejado o junto a la leña...
ningún espacio se cierra.
Los lugares son abiertos
y aceptan toda clase
de objetos deliciosos:
manecillas de relojes, flores,
botellitas de plástico, hojas,
monedas, pinceles
y demás artefactos inusuales.
Muchos sitios
se reservan el derecho de admisión
cuando otros
sólo detienen violentamente:
sobre el umbral
un letrero algo manchado,
sin precisión ortográfica,
"Oi, martez, proivida la hentrada
a quien corrija ezte mensage"