Cada rincón queda inconcluso:
bajo la mesa, en una esquina,
sobre el tejado o junto a la leña...
ningún espacio se cierra.
Los lugares son abiertos
y aceptan toda clase
de objetos deliciosos:
manecillas de relojes, flores,
botellitas de plástico, hojas,
monedas, pinceles
y demás artefactos inusuales.
Muchos sitios
se reservan el derecho de admisión
cuando otros
sólo detienen violentamente:
sobre el umbral
un letrero algo manchado,
sin precisión ortográfica,
"Oi, martez, proivida la hentrada
a quien corrija ezte mensage"
2 comentarios:
Lya es refrescante tu poesía, intensa en el suspenso del final. Lugares como personas, eso es lo que imagino.
Falta esperar lo que tu poesía revele en otro instante que sea leída
Lya siempre deja que las palabras afloren desde lo mas profundo del ser... hila cada palabra haciendo de ella una poesia... lo haces muy lindo, sentido y profundo.
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