Bien se puede llorar
viendo el mar
o atilintando el cielo
en un subibaja;
depositar un pedacito
de ojo abierto
al creer en los relojes
y bastones
o cuando la aspereza
de los puños
estiran y encogen
el deseo de ser ángeles.
Bien se puede
cambiar el llanto
por una manzana
o por el periódico de almohada
que revienta el cansancio
de aquellos cuya lágrima
anda seca
buscando y rebuscando
una fuente donde nacer.
Enjugarse los ojos
cosiéndole alas
a las incrédulos
sembrándole otoño
a quien no ha visto el cielo
y reparándoles presentes
a los que se aferran al tiempo.
Bien se puede
llorar y llorar y llorar
escurridos por el trillo
que la luz y el corazón
van dejando;
cambiar la fuente movediza
capaz de cosechar
puntitas saladas y cristales.
Bien se puede
desgastar la fuga
en la vida misma
ser agua repetida
sin evaporar
ni un solo latido.
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