Los hay con ojos
muertos, congelados;
los hay, solamente.
Unos duermen
entre la sábana
de una habitación de hotel
o entre juramentos y promesas
de “mañana será mejor, vos sabés,
somos únicos”.
Entre los periódicos,
algunos saltan
y pareciera
como si quisieran degollarte
entre sucesos y especulaciones.
otros, a menudo, comparten
sillones en las clínicas
conversan en las tiendas
o van cada quince días
a hacerse el manicure.
Un grupo peculiar
se sienta en la parada de bus
y juegan a contar
carros de colores:
“blanco, ese es mío…
verde, llevo cinco”.
Quizás te encontrés
unos pensativos
intentando comprender la vida
o filosofando sobre ellos:
ser o no ser.
Algunos académicos
se sitúan en la norma,
ardiendo o hirviendo
llenos de números y personas.
Muchos salvan
de las noticias diarias
(murió, subió
chocó, cambió, mintió),
suben escaleras,
tejen corazones,
reparan días
o solo se dejan llevar
por lo que son.
Aburridos, gritones
o están los que te encomiendan
a dioses y oran por ti día y noche.
Algunos se ilustran
y unos cuantos se exceden,
se hinchan, se empapan,
se exitan, se deletrean,
se enojan, se buscan,
se lloran o se iluminan.
Sin embargo,
solo uno se imagina
solo ese se intenta y se esparce.
Solo ese se complace
en hacer de mago
y decir con una varita mágica
“había una vez… y hubo un pueblo…
cuentan que una noche…”
Solo este escribe y escribe,
como si de por sí
no llevara su tiempo
aprender a decir las cosas.
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