Te atrevés a usar número primos
para contar las estrellas
mientras yo me he gastado
tantos pares de botas en alcanzarlas.
Les buscás cinco puntas
como dirección de espacios
cuando en mi afán
por recorres galaxias
solo veo una apuntando al norte.
Sos capás de congelarlas
en los techos, las paredes,
los letreros desubicados
y en tus mismos pies;
sin embargo, yo las imagino
solamente
decreciendo húmedas
en edades y recuerdos.
No te sumás a mi teoría
de almacenarlas en las uñas
o de decorarles el contorno
con sal y agua dulce.
Tu idea de las estrellas
es más bien una porción de apego
por el cielo y sus latidos
mientras mi lógica
es descoserlas a diario
para que cada vez sean más
las explosiones de calor
los espacios en blanco
sobre mi almohada y mi pecho.
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