viernes, 31 de diciembre de 2010

Desequilibrio





Sabe el sueño
al atardecer de los amores
y va desdoblando
su necesidad
de no errar en el canto.

Muchos pasos
recorren el desfile
de harapos y vitrinas
que destilan su poca
elocuencia y pesadez.

Poco a poco
se van durmiendo
los ingenuos y las risas
tejiendo una hilera
de adioses y deseos
que finalmente
han de secarse en diciembre.

Y así
se evapora
la magia de creer
en el mínimo sacrificio
de un desconocido
se obliga al pobre
a llenar su boca de oro
y el sueño
la pesadez de la conciencia
se hace efímero,
agrio...

La urgencia de lo humano
yace dispersa
en lo poco hombres
que ahora somos,
en la madre que engorda
su inconsciente naturaleza
y deshilacha el vientre de su niño
yace dispersa
en la rutina de cambiar
el corazón
casi una vez por mes
sin derecho a que palpite
por lo cruelmente asesinado.

Parecemos fieras
atacando
el último bocado de paciencia
gastando
la última petición al cielo.

Sabe esto
a maltrecha lucha
a estupidez contenida
por milenios
dentro de las mentes, en las manos...
es el más absurdo equilibrio
en el que día a día
se nos parte la cuerda en dos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cambiar el llanto


Bien se puede llorar
viendo el mar
o atilintando el cielo
en un subibaja;
depositar un pedacito
de ojo abierto
al creer en los relojes
y bastones
o cuando la aspereza
de los puños
estiran y encogen
el deseo de ser ángeles.

Bien se puede
cambiar el llanto
por una manzana
o por el periódico de almohada
que revienta el cansancio
de aquellos cuya lágrima
anda seca
buscando y rebuscando
una fuente donde nacer.

Enjugarse los ojos
cosiéndole alas
a las incrédulos
sembrándole otoño
a quien no ha visto el cielo
y reparándoles presentes
a los que se aferran al tiempo.

Bien se puede
llorar y llorar y llorar
escurridos por el trillo
que la luz y el corazón
van dejando;
cambiar la fuente movediza
capaz de cosechar
puntitas saladas y cristales.

Bien se puede
desgastar la fuga
en la vida misma
ser agua repetida
sin evaporar
ni un solo latido.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Viento



Yo le puse nombre al viento
en los veranos más jóvenes vividos;
le gritaba pescándolo de cerca
le imploraba tormentas de hojas
le pedía vivir bajo mis pies
mientras yo, pequeña, rezaba desde el suelo.

Julián... Julián...
vení,
tomá café con pan...

Entonces volar parecía posible
en mis ojos de niña liviana
yo quería ser pluma, diente de león,
caravana de algodón, pelo de gato...
entonces volar se vivía enseguida
como libre y astuta avecilla.

Julián... Julián...
vení,
tomá café con pan...

Poco a poco me ensanchaba el cabello
le ondulaba a la tierra las semillas
y las sonrisas eran menudas, corpulentas,
como queriendo que las inflara ese viento
dejándose llevar por el sonido entre los árboles
brillando desde adentro con su vuelo.

Julián... Julián...
vení,
tomá café con pan...

Yo le puse nombre al viento
casi como un príncipe incoloro
que acudía a un llamado titiritante
al temblor de mi voz
segura de tener entre sus manos
al remolino creador de fantasías.

Julián... Julián...
vení,
tomá café con pan...

Y así como llegaba, así como aparecía
de repente dejaba todo quieto
en una espera sin alivio y sin finales
que se callaba y dejaba hueco al silencio.
Así como tenía nombre también tenía huida...

Julián, Julián...
vení,
volvé,
que el café se te está enfriando
al pan no le diste mordisco
y yo me lo quiero comer.