domingo, 22 de enero de 2017

Nada



Es la nada
la que se avecina.
No tengo un nombre 
a quien contarle qué fue de mí
en estas horas en escalones.
He intentado hablarme 
decirme quieto que eso
que no escucho
es al menos la fe
de que algo pronto llega.
Nada hay detrás de la neblina
ni una mano extendida
cuyo pulso solo se descifra
al calor de la sangre que la recorre.
Olvidé el dónde y el porqué
cuándo dijeron que iba a desaparecer
y dejé de pensar.
Sigo buscando la forma
de llamarme
gritarme con todo el pecho
solo que
simplemente
no me veo.