Por motivo de huelga, los comentarios se enviarán a su correo personal.
Gracias.
Es mentira. No puedo estar en huelga de palabras, no puedo dejar pasar ese "Por favor" y suponer que tal secuencia de sonidos ni implique en mí una absurda necesidad de hablar y hablar y hablar... de hablar.
créeme que la incertidumbre al hablar es el lugar de suele surgir lo mejor o lo peor que cada ser humano lleva consigo. Y es que la inseguridad nos mueve a falsedad y a cometer actos de cobardía, pero también a la posibilidad de enfrentar lo incierto de forma gallarda y segura. Padecemos, dice Nietzsche, − unos más, otros menos− de una extrema sensibilidad para el dolor que pueda deparar el futuro, de una recargada irritabilidad que no quiere ser tocada porque siente, a semejanza de esa extraña patología del sentido del tacto que hace retroceder ante el menor roce, cualquier arribo con demasiada viveza. La caoticidad de la existencia levanta frente a los ojos un velo de temor y debilidad que amenaza tambalear nuestro frágil estar de pie . De esta manera, la necesidad de defensa surge por la añoranza de un universo con límites definidos. En tanto que la búsqueda de certidumbre pareciera suponer un esfuerzo por erradicar las irregularidades de un mundo que en primera instancia escapa a nuestra comprensión, el logro de seguridad entraña una lucha, un intento creativo que sólo puede acabar en plenitud o en decadencia, en la muestra de lo mejor o peor que cada quien lleva consigo.
y si lo que aquí escribo fuese fiel así mismo no pretendería llegar a ningún lado, a ninguna conclusión definitiva. Porque parafraseando a Magrelli puedo decir que cuando un bosque está en llamas, tras el espasmo de la luz y la ceniza, hay que limpiar el suelo, cuidarlo, cultivarlo, y esperar con afectuosa cautela a las nuevas plantas... hasta que un nuevo incendio aparezca de nuevo.
Pero no crea, en tanta palabra a veces no es sencillo encontrar lo que, conscientemente o no, los demás exponen o esconden de sí mismos.
No creo que la inseguridad convierte en algo falso aquello que solo teme a revelarse por completo. Puede que en defensa creemos un escudo franco, lleno de verdades minúsculas que, al descubrirlas, resquebrajan poco a poco lo que se oculta y se esconde. Sin embargo, no por esto, alabo padecerla (si es que en realidad es solo dolor lo que nos trae).
Yo tengo algo claro: el futuro no siempre me gusta porque es muy de gente que piensa y eso, siempre he creído, arruga la cara y el corazón. Aunque también confieso que nos toca hacerlo muchas veces y esa sensación de quemarse con lo nuevo ayuda a no meter las manos o a buscar, más bien, el fuego.
Ese ir y venir hacia lo nuevo, ese tambaleo, no siempre termina en caída; es más bien una prueba de capacidades para sobrevivir (y vivir) de pie, nunca sentado, algo que solo debería suceder cuando uno debe tomarse un café y conversar con alguien.
No creo que podamos entenderlo todo, jamás se llega a comprender ni siquiera por qué hacemos lo que hacemos, pero si creo fielmente en la capacidad de asombro, en la manera de interpretar las verdades y las mentiras como telarañas que sostienen al mundo a toda costa. Eso hace que descubra todo lo bueno que trae el mundo.
Queda en ud prenderle o no fuego a lo que tampoco pretende ser una conclusión definitiva... Por mi parte siempre hay tiempo de cosecha, así que nunca es malo ir, poco a poco, preparando los terrenos.
7 comentarios:
Quiero más "huelgas". Por favor.
por cierto...“Es tu alma la que no se aleja mucho en la luz del día,
porque se detiene en lo que se puede ver.” (...)
Por motivo de huelga, los comentarios se enviarán a su correo personal.
Gracias.
Es mentira. No puedo estar en huelga de palabras, no puedo dejar pasar ese "Por favor" y suponer que tal secuencia de sonidos ni implique en mí una absurda necesidad de hablar y hablar y hablar... de hablar.
Saludos sinceros
créeme que la incertidumbre al hablar es el lugar de suele surgir lo mejor o lo peor que cada ser humano lleva consigo. Y es que la inseguridad nos mueve a falsedad y a cometer actos de cobardía, pero también a la posibilidad de enfrentar lo incierto de forma gallarda y segura. Padecemos, dice Nietzsche, − unos más, otros menos− de una extrema sensibilidad para el dolor que pueda deparar el futuro, de una recargada irritabilidad que no quiere ser tocada porque siente, a semejanza de esa extraña patología
del sentido del tacto que hace retroceder ante el menor roce, cualquier arribo con demasiada viveza. La caoticidad de la existencia levanta frente a los ojos un velo de temor y debilidad que amenaza tambalear nuestro frágil estar de pie . De esta manera, la
necesidad de defensa surge por la añoranza de un universo con límites definidos. En tanto que la búsqueda de certidumbre pareciera suponer un esfuerzo por erradicar las irregularidades de un mundo que en primera instancia escapa a nuestra comprensión, el logro de seguridad entraña una lucha, un intento creativo que sólo puede acabar en plenitud o en decadencia, en la muestra de lo mejor o peor que cada quien lleva consigo.
y si lo que aquí escribo fuese fiel así mismo no pretendería llegar a ningún lado, a ninguna conclusión definitiva. Porque parafraseando a Magrelli puedo decir que cuando un
bosque está en llamas, tras el espasmo de la luz y la ceniza, hay que limpiar el suelo, cuidarlo, cultivarlo, y esperar con afectuosa cautela a las nuevas plantas... hasta que un nuevo
incendio aparezca de nuevo.
Pero no crea, en tanta palabra a veces no es sencillo encontrar lo que, conscientemente o no, los demás exponen o esconden de sí mismos.
No creo que la inseguridad convierte en algo falso aquello que solo teme a revelarse por completo. Puede que en defensa creemos un escudo franco, lleno de verdades minúsculas que, al descubrirlas, resquebrajan poco a poco lo que se oculta y se esconde. Sin embargo, no por esto, alabo padecerla (si es que en realidad es solo dolor lo que nos trae).
Yo tengo algo claro: el futuro no siempre me gusta porque es muy de gente que piensa y eso, siempre he creído, arruga la cara y el corazón. Aunque también confieso que nos toca hacerlo muchas veces y esa sensación de quemarse con lo nuevo ayuda a no meter las manos o a buscar, más bien, el fuego.
Ese ir y venir hacia lo nuevo, ese tambaleo, no siempre termina en caída; es más bien una prueba de capacidades para sobrevivir (y vivir) de pie, nunca sentado, algo que solo debería suceder cuando uno debe tomarse un café y conversar con alguien.
No creo que podamos entenderlo todo, jamás se llega a comprender ni siquiera por qué hacemos lo que hacemos, pero si creo fielmente en la capacidad de asombro, en la manera de interpretar las verdades y las mentiras como telarañas que sostienen al mundo a toda costa. Eso hace que descubra todo lo bueno que trae el mundo.
Queda en ud prenderle o no fuego a lo que tampoco pretende ser una conclusión definitiva... Por mi parte siempre hay tiempo de cosecha, así que nunca es malo ir, poco a poco, preparando los terrenos.
y recordé a la Pizarnik...
"¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo"
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