
Comenzás a pensar en las calles
como aquellas líneas cosidas al tiempo
separás toda razón de juicio
y simplemente te dejás absorber
por la bullicio y la algarabía.
Un segundo flota valeroso
congelado en gritos y sonrisas,
pero vos seguís siendo un paso,
un respiro de agua y luz.
Pensá, entonces,
que no sos de aquí ni de ninguna parte
que te obligaron a venir
en saltos de palomas mensajeras
que te anunciaban, sí...
te anunciaban a vos...
a vos que decidías,
por primera vez en tu vida,
no nacer en la podredumbre de los hombres.